RELATOS CORTOS DE CARACTER INTROSPECTIVO E INTIMISTA, INSPIRADOS EN EL DEVENIR COTIDIANO Y EN LAS HUELLAS QUE EL PASO DEL TIEMPO ESCRIBE SOBRE NUESTRA PIEL
Hace un año que me cerraste las puertas
de tu corazón, y sin embargo te sigo amando más que entonces. La distancia y el
olvido que me impongas, lo único que conseguirán es acrecentar mi amor por ti.
Si algún día herida, derrotada y
vencida, decides regresar, mis brazos serán el bálsamo para curar todas tus
heridas. ¡Te has equivocado y me ha dolido!, la
sin razón ha golpeado y destruido nuestras vidas por qué así tú lo has
decidido. La niebla en el horizonte, no te ha permitido ver más allá. No has
sabido ahondar en mi ser para rescatar mi corazón.
Ojalá seamos quien, alguna vez, de
descubrir juntos todo el amor perdido, en un tiempo que nos fue arrebatado. El
orgullo, no debiera ser un aliado, ni por ende, nuestro mejor compañero de
viaje.
En el quicio de la puerta, recibí
un cálido abrazo y vi sus ojos azules, tornarse a gris perlado. Sabía que era
la última vez que enfrentaría mi mirada y yo a la par, intuí que bien podría
serlo. Mientras mis pasos me alejaban de tu vida, a tus pies, se desplomaban
todas las estrellas del firmamento. El ocaso perdió su encanto y la noche, su
brillo.
Al día siguiente, habían enmudecido
los jilgueros y los magos me obsequiaron con un alba tan gélida, cuan triste.
El castillo de naipes, se desvaneció a mis pies. Todo había terminado, ¡absolutamente
todo!.
La desesperación hizo mella, se
instaló en mi vida y ésta me estrechó condescendientemente entre sus brazos. Ya
no la tendría más conmigo ni jamás a mi vera porque el daño había sido
irreparable, al menos, así me lo hizo saber.
Puse sentimientos a raudales,
demasiado corazón pero mis nobles intenciones se estrellaron una y otra vez
contra el muro del tiempo. No hubo respuesta satisfactoria, tampoco ningún otro
tipo de respuesta.
Ni en primavera ni en verano, logré
ahuyentar de mi, aquella gélida sensación de una mañana de reyes. Ahora que
cabalga en el horizonte el invierno, el frío y la soledad, regresan con más
fuerza y me golpean en el alma, allí donde las cicatrices permanecen, sin hallar
bálsamo que pueda aliviarlas.
Mis mensajes se pierden en la nada,
no encuentran el canal adecuado para traspasar las barreras que tu mente
interpone en su camino.
Sé que intentas disfrazar tu vida
de mil formas y colores y a pesar de ello, compartes sin quererlo, el frío y
las cicatrices de mi misma soledad. Tu alma está tan lacerada como la mía
porque ambas son, ¡almas gemelas!.
Nos hemos condenado al ostracismo,
a sabiendas que mañana, nos flagelaremos añorando el tiempo perdido porque
cualquier tiempo pasado habría sido mejor, a poco que lo hubiéramos disfrutado.
Lo que se rompió alguna vez, jamás
recuperará su estado original y a pesar de ello, lo queramos o no, siempre
seremos el resultado de todo lo que hemos vivido.
Con
paso firme y decidido me adentré una vez más en una danza lúbrica de mil
colores, formas y texturas. El torbellino de la noche con su fatal encanto lo
envolvía todo, mientras en mi cerebro se deslizaban las neuronas mecidas en un
magma de esperma, infinitamente cálido.
A
lo lejos, divisé agazapada la silueta definida de la lujuria que lo inundaba
todo de deseo. Adiviné en el humo gris de su etérea mirada, el galope desbocado
de sus cálidos senos al entrechocar con mi torso.
Sin
ella a penas darse cuenta, ya había sucumbido a las garras de mi instinto más
perverso y depredador. Ambos de la mano, nos despeñamos al fondo de un abismo
de pasión.
No
me había visto y sin embargo yo, sabía que no tenía más remedio que sucumbir
bajo el peso de mis caderas. Estaba eternamente atrapada en el poder subyugante
de mi mente.
La
seguí de lejos, a distancia prudencial, sin importarme lo más mínimo su pasado y
presente, porque al final, sería yo quien de un zarpazo, hiciera añicos el
espejo de su lozanía. Poseía ese semblante que me atrae irremediablemente, ¡tenía
cara de cielo y ojos de perdida!. Llevaba tatuado el vicio y la lascivia sobre
su tornasolada palidez, no era simplemente un ser humano al uso, sino más bien,
un objeto de deseo, una autómata programada para el placer sin mesura. Placer
propio y ajeno que invita a pecar dulcemente.
Cuando
le demandé un cigarrillo, su imagen ya se difuminaba lentamente en el iris
cristalino de mis ojos. Era inevitable para ambos, tenía que suceder y sucedió.
Hay veces en que el azar, limita el poder de elección.
Mientras
su mano forzaba la solapa de la cajetilla, la mía se deslizó por la obscena curvatura
de sus nalgas y mis labios sellaron violentamente los suyos. Sobraron las
palabras y nos abordó la extrema urgencia.
Mi
virilidad turgente, pugnaba por partirle en dos, el elixir cálido de la vida lo
hacía por agredir su piel, por marcar a fuego lento nuestro encuentro furtivo.
Hervía y se desbordaba la noche a nuestro paso, mientras se derretía en
nuestros labios el hielo del último gintonic.
Consiguió
que mi cuerpo crepitara a la par que mi mente, cuando inhiesto rocé las trémulas
puertas de su séptimo cielo. El calor de la vida se adueñó de mi masculinidad y
la sentí perfectamente acomodada y rendida en el vaivén armónico de mi pelvis.
Desde
aquel día, hubo uno, otro y muchos más. Ella encontró entre mis brazos, un par
de alas que todavía le permiten fantasear y yo un balcón ciego en su mirada que
me invita a cabalgar la noche, buscando el sendero que me posibilite alcanzar
lo inalcanzable.
Una oscuridad aterradora, caía como
un manto, cubriendo la ciudad.
Negra esclavitud portabas ya en los
diminutos brazos cariñosos. Un cuerpo ahuecado y bien delimitado, enturbiaba
una mirada lasciva, colmada de ilusión, tu corazón herido, lloraba aquí en mi
hombro, la desolación que yacía en aquel marco plateado de la alcoba, en un
rincón. La pintora de sensibilidades
muertas, al desangrarse de una herida, se me estaba muriendo, cuando apenas yo,
había cobijado su tristeza ya muy dentro de mi corazón.
Nadie adula su pasado cuando acaba
de esfumarse, cuando vuelve la cabeza y se encuentra con un cerrado portón.
Las pasiones son mundanas, tan
inquietas cuan efímeras, no marcan ni de lejos el compás de una aireada
realidad.
Olor de espliego fresco en tu mirada,
vagaba prendido de las hermosas alas lacónicas del viento, cuando al vuelo de
un cerrado puño lo he cogido y conmigo lo mantengo. Llegaste a abrasarme el
alma para luego ir quemando mi cuerpo, te he sentido muy adentro, cuando en la
noche cabalgaba un desengaño a la par de una triste desolación.
¿Qué hay de cierto en tu mirada?,
¿qué ven tus ojos cuando permanecen cerrados?, ¿Cómo te habla el corazón, cuando
callan tus labios?.
Si la magia de la luz no me
devolviera espectros, el plateado espejo me hablaría y sabría, ¡amor!, quien
eres tú, si la luna allá en lo alto me sonriera y al pasar el eco de una voz me
saludara, sabría, ¡amor!, como me ves reflejado en el iris cristalino de tus
pupilas.
Si de mi voluntad dependiera, nunca
más me sintiera yo enamorado, nunca trates de cambiarme por una falsa ficción. No
tengo posición, ni la mínima intención, soy diferente, he templado mi corazón
con años de experiencia y adecuación, a lo sumo, ámame y déjame volar con el
aire de la pena ahogada que produce una ajada incomprensión.
…..”La vida solo puede
ser comprendida, echando la vista atrás,
pero ha de ser vivida
necesariamente, mirando hacia delante.
El éxito en la misma, no
se mide por lo logrado, sino más bien,
por todo lo que has
superado y rescatado de la adversidad”…..
L
as agujas del reloj
giran vertiginosamente, a ritmo pautado y velocidad constante. Los días se
suceden a las noches, mientras sobre el calendario, se asesinan impunemente las
estaciones, no bien ha muerto la una, comienza a agonizar la siguiente.
Irremisiblemente, todo fluye y se evade.
Me cuesta dar cumplido
crédito a la cruenta realidad pero desde la fatídica fecha, ya han transcurrido
veinticinco años, ¡quién lo diría!, pero es toda una epatante y avasalladora
realidad. Entonces era tan solo un jovenzuelo cargado de ilusiones, recién
salido de su peculiar adolescencia. Hoy soy todo un adulto acomodado, pisando
con pié firme en su prematura vejez.
Con tan solo diez años
más de los que actualmente campean en mi particular marcador, él se ha visto
obligado a partir, dejando muy poco hecho y tanto por hacer, viendo a penas
nada, aún disfrutando de buena vista. Ni siquiera había tenido tiempo para que
en sus retinas maduraran las incipientes cataratas.
En mis oídos, aún
resuenan sus resueltas sentencias, en mi cabeza, todavía burbujean sus certeras
y savias palabras, sus consejos que han sido el manual de mi vida y conducta,
haciendo de mi, para bien o para mal, la persona que actualmente soy, nola que tal vez a él le hubiera gustado que
fuera. Por entonces, era un proyecto de autor inacabado y hoy soy toda una obra
anónima y autodidacta. El camino de la vida, fue y sigue siendo quien marca y
guía mis pasos, a veces, pasos etéreos y menos firmes de lo que yo quisiera.
Anhelo aquel tiempo de
vino y rosas, carente de toda ambición, el que me han robado cuando más lo
necesitaba, aquel punto vital de apoyo que hizo que me tambaleara y cual
funambulista, me dejó danzando sobre el alambre. Como a tantos otros, a mí
también me tocó jugármela sin red, sobreviví al filo de lo imposible y con las
alforjas cargadas de ausencias, haciendo equilibrios y malabares sobre el
afilado filo de la guadaña. Así es que la vida, ha dejado cicatrices y tatuado
mi existencia de profundo dolor.
A menudo siento vértigo
al contemplar mi rostro en el espejo, divisando absorto, la ajada juventud que
se esfumó, dejando paso al resignado rictus de la decrepitud. El paso
inexorable del tiempo, ha cincelado a su antojo mis arrugas, cual mella
lacerante sobre mi piel. Sus amadas arrugas de entonces, son las detestadas
mías actuales.
Se han evaporado de un
soplo veinticinco años, de los que tengo la sensación de no haber vivido ni
disfrutado la mitad, al permanecer aletargado cual murciélago que tan solo
resucita con el resplandor del tórrido verano.
Más él ya no está,
permanece latente su recuerdo, para mí, con la intensidad de antaño. Él fue, es
y será por siempre MI PADRE, el amigo y el hermano que no tuve, el punto de
apoyo del que la vida me privó pero a pesar de ello, jamás sucumbí.
La solidez constante de
sus sesenta años trabajados a conciencia, fueron proyectados sobre mis
veinticinco de existencia a su lado, luego, el paso del tiempo por mi vida y
las circunstancias, han hecho todo lo demás.
Permanezco en silencio
divisando absorto el vacío,
recuerdo, antaño, mi sueño
de canto jovial perdido,
recuerdo mi estrella
de noche desierta.
Me siento sin miedo
feroz como un niño,
me siento abrumado y muy solo,
al alba, me quedo dormido,
meditando en un verso,
soñando mil veces contigo,
luchando por dentro conmigo,
sucumbiendo al abismo,
sintiendo el momento
perdiendo el sentido.
De lo contrario, en muy poca estima tendría a mi amigo,
si soy capaz de interponer mi descanso a su preciada amistad.
Para descansar, tendré una eternidad, no así,
para fomentar y estimular nuestra amistad.
Quien no valora una amistad es porque ha sido y será,
un huérfano emocional”…
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El invierno se acomodaba con crudeza despiadada en medio de la naturaleza circundante. En mi casa y en mi vida, de igual forma, se había instalado con anterioridad. Desde entonces, había dejado de esperar ansiado el cambio de estación. El calendario era monótono y rutinario.
En el exterior bramaban los árboles y llovía torrencialmente, en tanto en nuestro lecho nos arrullaba la ternura y la pasión que manaba de nuestros cuerpos. Al fondo de la estancia, se escuchaba el sonido crepitante del viejo sarmiento que se consumía irremediablemente en medio de las brasas turgentes de la chimenea. Fuera arreciaba por momentos el temporal.
Entre tus brazos, sentí el vértigo que produce el miedo, al pensar que no vería el amanecer de un nuevo día. Temí que la crecida del río, nos impidiera salir con vida de esas cuatro paredes. Tu seguridad y convicción me proporcionaban las fuerzas que por instantes me flaqueaban. Estrechado entre tus brazos me sentí querido y experimenté una inmensa ternura. Luego con el paso del tiempo no fue tal.
Mi cuerpo desnudo e inerte, fundido con el tuyo, sintió las caricias que proporcionaban el rozar suave de tus sábanas térmicas sobre mi piel. Con esa placentera sensación, no pude por menos de azuzar los recuerdos de lo mucho vivido en tan poco tiempo. Mi cuerpo se reveló, gritando en deseo, quise ser amado con urgencia más no encontré respuesta alguna. Temí por tu vida y porque ya ésta, también formaba parte de la mía.
Las llamas habían destruido la casa por completo y en medio de los escombros, estaba yo, clamando a voz en grito tu nombre que repetí una y mil veces hasta que me abandonaron las fuerzas. Tú ya no estabas, te habías esfumado de mi lado.
Un par de niños correteaban entre los escombros todavía humeantes, ajenos al dolor que me embargaba. Éstos cargaban en sendas carretillas los pocos enseres que se habían salvado del devastador incendio, entre ellos, alguno de mis recuerdos que con tanto cariño e ilusión había adquirido para agasajarte. Baratijas para alimentar el amor que sentía por ti. Los sentimientos no tienen precio, ni mucho ni poco, lo justo.
En tanto el alba rayaba por la ventana, sudoroso, excitado y fatigado me desperté. ¿Era tan sólo un sueño?. Tal vez no fuera así y el subconsciente se limitara a escenificar el naufragio de nuestro corto amor.
A menudo en mi vida, amanece demasiado temprano, más de lo que yo hubiera deseado. El telón se levanta a destiempo y sin pretenderlo.
La premura me instó a contactar contigo, más no hallé respuesta convincente. Alguien que no quise reconocer, al menos no era la persona que amé, contestó: Duerme. Necesitaba igualmente escuchar de tus labios que tenía al menos tu amistad pero igualmente me quedé con las ganas.
Al menos el par de adolescentes que me rodeaba, salvaron algunos recuerdos del incendio, cuando a mi por desgracia me impidieron salvar la mínima muestra de nuestro naufragio. Lo único palpable y tangible, lo constituye una fotografía de alguien desnudo, posando en el mismo lugar que con anterioridad lo hiciera yo, paradójico pero tan real como la vida misma y este no es un sueño, no. Las sábanas aún estaban calientes.
Es la vida misma que sale al encuentro y te sorprende, mostrándote como a algunas personas les resulta tan sumamente fácil cerrar puertas a los sentimientos y abrir ventanas a las aventuras.
Me di la vuelta en mi lecho solitario pero el despertador maltrató un día más mi conciencia y me recordó mi deber. Obedecí a los designios del tiempo, a pesar de que por entero, mi tiempo desde entonces lo marcas y gestionas tú.
Yo soy un eslabón más de la cadena de la creación, un perfecto ser imperfecto puesto en este mundo para cumplir con su misión. A cambio, me han otorgado el cariño y el respeto de mi gente, mi familia y mis amigos y por añadidura, me han dado salud, un trabajo y un techo donde cobijarme y al que regresar cuando el firmamento se parte en dos.
Me han dicho que soy libre y que debo aspirar a ser feliz. No obstante, me advirtieron que la felicidad no es un estadio permanente, ésta está construida a partir de pequeños momentos, instantes fugaces y efímeros. Esos momentos e instantes, también los viví. Mi misión, consiste en desarrollar plenamente mi capacidad de vocación y servicio innata, para con aquellos que sufren o puedan necesitarme en un momento puntual de sus vidas para salvar un bache existencial o moral. No podría aspirar a ser feliz si para ello tuviera que renunciar a mi vocación de servicio al prójimo. Jamás seré un ser egoísta porque hasta la fecha, nunca lo he sido. Es posible que aunque quisiera y me empeñara, ya no haya suficiente tiempo para cambiar.
Soy consciente que con mi vocación, no consigo ni conseguiré arreglar el mundo, tampoco eliminar el sufrimiento humano. Me conformo con saber que a veces por espacio de un par de horas, soy capaz de esbozarle una sonrisa a alguien o de evadirle momentáneamente de su cruel realidad cotidiana. Para mí que conozco el sufrimiento, un par de horas menos en una vida es todo un logro y si durante todo un año el ahorro se incrementa en una o dos semanas menos de angustia, es todo un triunfo.
No permito que nadie desvíe mi atención del prójimo con afirmaciones egoístas y simplistas del tipo: “Tú preocúpate de tus problemas que cada uno tenemos que aprender lo que no sabemos”. Yo me pregunto, ¿tú puedes decirme cuales son mis problemas?. No acepto fraseología para la galería, ni filosofías de manual dirigidas. Mi filosofía es mi vida, mis actos, mis decisiones, mis aciertos y mis errores, mis logros y mis fracasos. Nadie ha afirmado que con una mano pueda tapar el sol pero de igual forma te digo, que mi mano puede cobijar y proporcionar sombra, evitando que muchos corazones se agosten y perezcan por una sobredosis de radiaciones. A pesar de todo y de las circunstancias, intuyo que somos seres similares pero lo que nos diferencia es el órgano con que apreciamos la vida. Los ojos de la cara engañan, solo los del corazón nos proporcionan la verdadera dimensión de las cosas y las personas pero lo cierto es que existen tantos corazones ciegos que lo único que hacen es que cada vez abunden más los seres humanos con velocidad dual. Mientras los unos vuelan, los demás reptan. Ejercita y despeja tu mirada interior, observa detenidamente lo que te circunda con la perspectiva que parta de tu corazón. No te atrevas a juzgar gratuitamente y a la ligera porque luego serán implacables contigo, se condescendiente y aprende a observar todas las aristas del poliedro, a intentar comprender, aunque no necesariamente esto implique compartir. El orgullo, la arrogancia y la prepotencia, acabarán pasándote factura y luego pagarás el alto precio de la soledad y el abandono emocional. La vida es como una gran bola de nieve que rueda vertiginosamente por la pendiente. Puede que a tu edad todavía estés a tiempo y en condiciones de ralentizar esa inmensa bola. No olvides que el tren de la vida, no se detiene dos veces en la misma estación, o te subes en el instante preciso o te quedarás para siempre en el andén, esperando inútilmente.
" Por mucha distancia que interpongas, jamás dejaré de amarte porque tú lo fuiste todo en mi vida: Mi aliento, mis ilusiones, la pasión, mi razón de vivir. A tu lado descubrí el amor y mi capacidad de amarte sin fin". Gracias al destino por cruzarte en mi camino, a pesar de seguir mi herida abierta y destruidos todos mis proyectos de entonces.