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jueves, junio 18, 2009

UN NAUFRAGIO DE RECUERDOS




UN NAUFRAGIO DE RECUERDOS.


El paseo del lago quedara desierto. En el horizonte se vislumbraba el crepúsculo adormecido entre los primeros zarpazos gélidos de la noche.
Toda la quietud se volvió sórdida, por el campo correteaban las alimañas y los diminutos roedores. Todo semejaba haberse quedado anclado en el tiempo, mientras a lo lejos sonaba una suave melodía de grillos que me hizo revivir los recuerdos de las tardes de verano cuando se me paraba el reloj contemplando como el campo se recogía al anochecer envuelto en su manto de frescor.
Las luces semejan querer delatarlo todo, pero un cielo inmenso, se desliza de su alcance. A lo lejos habían decidido ahogar una bombilla en cualquier rincón de la casa. La noche se desploma irremisiblemente, en tanto la vida se duerme y esfuma lentamente sin apenas darnos cuenta.
La brisa lo envuelve todo con su agonizante gemido, los árboles se mecen en el aire y oxigenan el espacio circundante.
Un perro aúlla mientras todo parece sucumbir lentamente, en algún lugar alguién sintiendose el dueño del todo y de la nada, intentó huir.
El cielo trepó ante mis ojos, el sol comienzó a despuntar timidamente en el horizonte. El río continúó con su intempestivo transcurrir, se aleja una y otra vez de mí vista, mientras el manantial fluye incansablemente. Entonces por el tacto de mis manos en las hojas, pude darme cuenta que estaba al acecho el otoño, la brisa las transportaba de un lado a otro sin rumbo ni dirección fija; los árboles se habían quedado eternamente desnudos y desvalidos.
Luego me dí cuenta que volverían a repetirse paulatinamente las mismas secuencias ante mis ojos, cada vez más he ido de la mano del destino al encuentro de la noche. Me fascinaba, era tan bella.....
Con el tiempo perdí mi inocencia pero todo acabó siendo decididamente más bello, uno aprende tan de prisa como se lo propone.
A mis espaldas, una voz sibilina me interrogó, no contesté, cuando me volví ya no había nadie. Como tantas otras veces me había despertado bien entrada la mañana, el sol no brillaba en la ventana, el día había despuntado gris, desde entonces nadie ha vuelto a preguntarme nada. Todavía estoy sumido en la duda de lo que habría contestado, la respuesta que daría hoy, no tendría valor alguno. Entonces podría habérmelo pensado, luego el tiempo se fúe encargando de hacerme ver que poeticamente mi vida había sido válida aúnque existencialmente inútil. En lo sucesivo, la rutina lo fué desencadenando todo.
Cuando te das cuenta y vuelves la mirada atrás, uno ya no tiene elección.

José M. Bouzas Blanco.