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viernes, octubre 23, 2015

MIS NOCHES CANALLAS

 
 
"Que Dios me clave en los ojos alfileres de cristal,
para no verme frente a frente conmigo y mi verdad"
Miguel Poveda
 

Una gélida noche de invierno me proporcionó su contenido abrazo de bienvenida. El año viejo agonizaba y el nuevo pugnaba por instalarse sigiloso en nuestras vidas. El firmamento, desplegó su manto de estrellas refulgentes para saludarme en silencio.
He nacido envuelto en una espiral de lujuria, por lo mismo, desde mi tierna infancia, la ropa abrasaba mi piel, conteniendo y limitando el fluir de mis sentimientos. Este era mi fatídico signo, el que luego arrastraría ya de por vida.

En las tórridas noches de mi adolescencia y posterior madurez, sucumbí sin conciencia ni mesura al desenfreno y la pasión. Tu lívido se ahogó bajo el peso de mis caderas, en tanto las aspas del ventilador mecían las mil trizas de la sábana de seda que camufló el torrente cálido de la vida en pugna entre el deseo y el amor. Amanecí con los ojos cuajados de amaneceres en soledad y extrañando tu presencia. Las agujas del reloj, avanzaban con un cansancio mortecino y pasmoso, arrastrándome con ellas en un torbellino de agónica desesperación.
Tu excesiva reserva me fustigaba y alteraba, sumiéndome en un estado de consciencia permanentemente alterada. Me sigo derrumbando y pensando en ti a cada instante. El peso de las estaciones y los días, no fue losa suficiente para sepultar tu recuerdo.

En el ventanal de la alcoba, el cielo escupía con furia mil gotas lúbricas que se deslizaban por el cristal al unísono que tus medias descendían de la cintura a los tobillos, acariciando la obscena curvatura de tus caderas. Los puntos se enredaron entre mis dedos y las carrerillas diseñaron tus medias.
El fuego candente de nuestros gemidos, derritió el hielo que navegaba a la deriva en el vaso y se deslizaba lentamente de mi boca a tu paladar, refrescándote la garganta, contraída por los estertores y espasmos atropellados de un irrefrenable deseo canalla.

Con los años, me convertí en un ser irreverente y transgresor, con incontinencia pasional, evadiendo penas y problemas. Al final, lo que me diferencia y hace especialmente único, es el poder elegir y decidir lo que hago con mi vida. Para bien o para mal, acarreo con las consecuencias de mis actos. Algo tan sencillo que todos pueden hacer y sin embargo, solo los más osados hacemos.
Vivir es sumamente arriesgado, terrible y a la vez apasionante. Saber que el torrente de la vida pende de un hilo, me produce un dulce vértigo que hiela y paraliza mi sangre por momentos, pero no por ello, me va a impedir cabalgar de nuevo en mis noches canallas.