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sábado, mayo 02, 2015

MADRE NO HAY MÁS QUE UNA

 

Este primer domingo del mes de mayo, abrí como de costumbre la ventana y se coló en la estancia una ráfaga de aire fresco con un inmenso olor a primavera. Un año más, la tengo conmigo, palpitando a mi vera.

Sé que vale mucho, demasiado pero soy incapaz de calcular cuanto y espero seguirlo siendo por mucho tiempo. El valor real de las personas y las cosas, se adquiere cuando las perdemos, en su ausencia es cuando calibramos la verdadera dimensión y trascendencia.

Es feliz y yo lo soy doblemente, porque cuando introduzco la llave en la cerradura, alguien me espera al otro lado de la puerta para recordarme lo mucho que me quiere y estrecharme entre sus brazos, con una sonrisa tierna en sus labios.

¡A mi madre!, la que me dio la vida y veló por ella durante más de ochenta años. A esa mujer que sin necesidad de ser perfecta, es sin embargo, una excelente madre. A sus ochenta y siete años, sigue ejerciendo como tal, a pesar de sus limitaciones físicas que no así afectivas.
¡Madre mía!, eres lo más hermoso y único que tengo en la vida, más allá de ti solo reina la oscura incertidumbre que atenaza mi vida.