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jueves, agosto 27, 2009

ANGELARTISTA



Eres auténtica porque eres distinta,
Tierna, pícara, dulce y melosa.

Esta es la historia de una pequeña gran estrella que se subió al escenario a la par que yo, pisando de puntillas y muy suavemente pero sabiendo a ciencia cierta que el centro del escenario sería el que la ayudara a erradicar su inseguridad.

Con el implacable devenir del tiempo, fuimos interactuando con el resto del grupo y aprecié sus avances en el camino de su autoafirmación. Luchaba contra su timidez y sus miedos y se superaba a diario, a base de pinceladas de humor que nos sorprendían a todos por su espontaneidad.

¡Incrédulo de mi!, jamás pensé que fuera capaz de irrumpir en el escenario cuando se encendieran las luces y se tuviera que enfrentar al público y cumplir con sus compañeros de reparto.

Me impactó observarla el día del estreno, serena, convencida y concentrada y con el aplomo que da saber el lugar que uno ocupa. En tanto yo, estaba desquiciado y me temblaban sobremanera las piernas. Semejaba habernos intercambiado los papeles, ella tan segura y yo tan dubitativo.

El aplauso del respetable, confirmó que se habían roto barreras, las de muchos pero las de ella también. Se había superado a sí misma, atrás quedaba ese nombre anónimo y diminuto porque desde ese preciso instante, había nacido una peculiar estrella que brillaba por méritos y con luz propia.

lunes, agosto 03, 2009

HISTORIAS RURURBANAS



Con un estruendo enserdocedor, la bocina del tren nos indicó que el viaje había dado comienzo. El paisaje huía de nuestra vista, al principio lentamente pero luego pasaba más de prisa.
En el interior no había nada en qué valiera la pena reparar, a penas unas cuantas personas con caras largas, ciertamente era lunes y en los rostros se reflejaba el cansancio acumulado durante el fin de semana.
Por tanto, para entretenerme y no dormir, decidí dirigir mi mirada al exterior, perdiéndola en el horizonte y fijándome en esas casitas olvidadas que un día fueron habitadas y seguramente alguien en su interior tuvo momentos felices y tal vez, agún que otro sueño placentero.
Sentí una enorme pena por esos seres desconocidos que se ausentaban y tambien por las historias que sucumbían dentro de aquellos muros, hoy amenazados por la ruina y una vegetación que promete invadirlo todo.
Primero fue una, luego vinieron más y todas semejaban tener algo en común, eran estructuras humildes pero me parecieron todas muy acogedoras, en ellas imaginé la quietud de los ancianos que ven pasar el tiempo sin a penas poder disfrutar de los instantes más felices. Ojos cristalinos que tuvieron un pasado pero que en su día estuvieron carentes de futuro.
Un nudo en la garganta me impidió tragar saliva, noté un desasosiego y por un fugaz instante, vi mi casa reflejada en cada una de aquellas, sentí pena por ella y por todas las demás pero más lo sentí por mi vida, cuando el cristal de la ventana me devolvió una imagen que no me gustó, una imagen muy poco atractiva que denotaba el paso del tiempo, el galope hacia la vejéz y de ésta, a la decrepitud, media solo un pequeño escalón.
La vida se desliza por mi cuerpo como la locomotora por los raíles, cada vez se incrementa la velocidad y no bien acabas de olvidar el bocinazo de salida, te sorprende una voz neutra que pretende ser amable y te comunica que has llegado a tú destino.

La evasión se cierne sobre el infinito y a lo lejos estalla la ciudad con su progreso. Una panorámica muy diferente a lo vivido durante el trayecto pero más envolvente y embriagadora, ésta ensordece los oidos, nubla el pensamiento y camufla los sentimientos.

LA PERICIA DEL AUTÓMATA



Al fondo y enfrente, desde el cálido y confortable interior, una explanada inmensa, vacía y desierta, poblaba todo lo que mis ojos eran capaces de divisar, a parte de lo que divisaba el alma. El desencanto se reflejaba por igual en nuestros iris y a pesar de ello lo intentamos con apremio y valor, a fin de negar una vez más las evidencias. Ahora poco importan los resultados que hayamos obtenido.
Atrás se han quedado todos los mensajes de ida y vuelta que con esmero consiguieran recrear un mundo mágico e irreal que luego contemplamos como se derrumbaba estrepitosamente a nuestros pies.
Tú dijiste más bien poco y yo no dije nada, el silencio nos delató, denotando que todo el empeño había sido inútil. Cada uno ojeaba el exterior desde la ventanilla lateral pero ninguno fue capáz de mirar a través del parabrisas. El desencanto se vistió de timidez.
Por mi parte y más bien por precaución y consideración a quien tenía delante, me exigí sellar los labios para no herir, demasiadas cicatrices y condecoraciones de guerra acumula mi cuerpo como para ser yo quien lesione sin compasión a mi propia alma gemela.
La penumbra camufló su verdad o su mentira, tampoco me sentí con fuerzas ni con ánimos para averiguar si lo que había escuchado era ciertamente lo que había ocurrido, lo dudo ciertamente, pero jamás podré ni afirmar ni desmentir. El cansancio me venció en el postrero intento.
Puedo apostar contigo a que lo mío fue tan real y duro como la vida misma, a menudo soy un autómata programado para el deleite sin límites que libera y redime al mismo tiempo, abandonándome a la veneración de mi propio ego.
No fué astucia ni tampoco engaño, fué tan de verdad como tuviste la oportunidad de comprobar. Luego, creo recordar, que nadie te prometió la exclusividad, fuiste un eslabón más en mi cadena que se prolonga hacia la infinidad sin decidirse a sellar el circuíto. No fuiste diferente si no igual, el mismo trato cordial, crudo y encantador, pero jamás indiferente. La frialdad es fruto de esta brutal sinceridad en el trato, al fin y al cabo no somos tan diferentes, ni tampoco tan especiales, somos un subproducto más de esta sociedad carente de valores morales y saturada de valores materiales a los que gustosamente nos encadenamos.
Con la resaca llegó nuevamente la decepción y me di cuenta que tu imagen estaba repetida en el albúm de la historia de mi vida, tú podías haber sido la sombra de aquellos negativos abandonados a la intemperie, no se buscan ni se rescatan porque no se quiere y aún queriendo, sería imposible porque ya no están en donde debieran estar.
Es posible que nos alejáramos definitivamente pero ambos sabemos que siempre nos quedará un trozo de cable de fibra óptica como el último y más amargo de los recursos para añorar todo lo que podría haber sido y no fué.

jueves, junio 18, 2009

UN NAUFRAGIO DE RECUERDOS




UN NAUFRAGIO DE RECUERDOS.


El paseo del lago quedara desierto. En el horizonte se vislumbraba el crepúsculo adormecido entre los primeros zarpazos gélidos de la noche.
Toda la quietud se volvió sórdida, por el campo correteaban las alimañas y los diminutos roedores. Todo semejaba haberse quedado anclado en el tiempo, mientras a lo lejos sonaba una suave melodía de grillos que me hizo revivir los recuerdos de las tardes de verano cuando se me paraba el reloj contemplando como el campo se recogía al anochecer envuelto en su manto de frescor.
Las luces semejan querer delatarlo todo, pero un cielo inmenso, se desliza de su alcance. A lo lejos habían decidido ahogar una bombilla en cualquier rincón de la casa. La noche se desploma irremisiblemente, en tanto la vida se duerme y esfuma lentamente sin apenas darnos cuenta.
La brisa lo envuelve todo con su agonizante gemido, los árboles se mecen en el aire y oxigenan el espacio circundante.
Un perro aúlla mientras todo parece sucumbir lentamente, en algún lugar alguién sintiendose el dueño del todo y de la nada, intentó huir.
El cielo trepó ante mis ojos, el sol comienzó a despuntar timidamente en el horizonte. El río continúó con su intempestivo transcurrir, se aleja una y otra vez de mí vista, mientras el manantial fluye incansablemente. Entonces por el tacto de mis manos en las hojas, pude darme cuenta que estaba al acecho el otoño, la brisa las transportaba de un lado a otro sin rumbo ni dirección fija; los árboles se habían quedado eternamente desnudos y desvalidos.
Luego me dí cuenta que volverían a repetirse paulatinamente las mismas secuencias ante mis ojos, cada vez más he ido de la mano del destino al encuentro de la noche. Me fascinaba, era tan bella.....
Con el tiempo perdí mi inocencia pero todo acabó siendo decididamente más bello, uno aprende tan de prisa como se lo propone.
A mis espaldas, una voz sibilina me interrogó, no contesté, cuando me volví ya no había nadie. Como tantas otras veces me había despertado bien entrada la mañana, el sol no brillaba en la ventana, el día había despuntado gris, desde entonces nadie ha vuelto a preguntarme nada. Todavía estoy sumido en la duda de lo que habría contestado, la respuesta que daría hoy, no tendría valor alguno. Entonces podría habérmelo pensado, luego el tiempo se fúe encargando de hacerme ver que poeticamente mi vida había sido válida aúnque existencialmente inútil. En lo sucesivo, la rutina lo fué desencadenando todo.
Cuando te das cuenta y vuelves la mirada atrás, uno ya no tiene elección.

José M. Bouzas Blanco.