Translate

viernes, abril 01, 2016

UNA CITA EN LA ROTONDA

 

“Basta un instante en el tiempo
        para soñar durante toda una vida”
 
Nos conocimos un día por azar, en la rotonda de un cruce de carreteras. Tal vez fuera el presagio de que este no era un buen comienzo para ningún tipo de relación y mucho menos para un idilio de amor. En los cruces, la gente transita pero no se detiene.
La primera impresión para ti fue absolutamente negativa. Mi físico no era el esperado en el mejor de tus sueños y ello te hizo replantear la situación. Estuviste a punto de irte pero el destino lo impidió. Ese era el momento, estabas a tiempo.
Como muchas otras veces, más o menos convencida, traspasaste el umbral de la puerta de mi casa y acabaste en mi cama. Al compás de tu desnudez, yo intimidado di un paso atrás y estuve también a punto de volverte la espalda pero igualmente el destino se encargó de que no fuera así. Él nos había unido y también quiso entremezclarnos, aunque solo fuera para luego hacernos sufrir.
Entonces supe y a pesar de todo lo mantengo que había conocido a un ser excepcional. La balanza sabia del tiempo me lo confirmó y el platillo se inclina sin vacilación hacia lo positivo.
Soy consciente que tuviste que aceptar una engorrosa situación. Mi corazón ya le pertenecía a otra persona. Ello no fue inconveniente para que te enamoraras perdidamente de mi, al menos eso dijiste, y yo a cambio te ofrecí un cariño inmenso y mi absoluta gratitud. No podía darte más, ¡entonces no!. Mi lucha era otra, la tuya era yo.
Te hice partícipe de todas las luces y sombras de mi vida y también contribuiste a que yo fuera inmensamente feliz; acepté tu mundo y adopté tus gustos, los hice míos. Vi en tus ojos ese brillo que irradia el amor y sentí una inmensa pena por no poder corresponderte porque conozco de primera mano lo que supone amar a una persona y no ser correspondido.
Éramos hermanos, simplemente amigos pero inmensamente felices, porque ambos sabemos conformarnos con muy poco.
Aquella gélida tarde de enero, rompiste el encanto y la magia, me humillaste y me dolió sobremanera. Me heriste con las armas que yo te había proporcionado. Por muy cerdo que pueda parecerte, soy un ser humano, sincero, que paso por esta vida sin querer dañar a nadie. Reconozco que una vez herido, soy de los que mueren matando. La vida se encargó de enseñarme a combatir sin tregua en el campo de batalla.
De esta forma fui engañando al corazón, con un amor frustrado y otro rechazado. A pesar de tener todos tus besos, abrazos y caricias, también coseché tu mayor desprecio.
Estoy herido, hundido y muy solo, aunque me cueste admitirlo y sigo pensando y preguntándome ¿por qué no te fuiste o me fui cuando tuvimos la oportunidad?. En la rotonda y en mi casa tuvimos al alcance la solución para evitar este sufrimiento.
¿Y ahora qué?. Lo que una vez se rompe, por mucho que se pegue y reconstruya, no vuelve a recuperar su estado original, al menos eso dicen.
Si en su momento aceptaste como un preciado tesoro las migajas que te concedí, hoy yo acepto recoger todos los añicos esparcidos por el suelo para pegarlos de la mejor manera que sepa y pueda. La pieza resultante, me imagino que en algo se parecerá a la original y si no fuera así, siempre estaremos a tiempo de arrojarla a la basura pero no habrá sido por no intentarlo, al menos por mi parte. No dejo de intentarlo cuando estoy convencido que vale la pena rescatar una amistad o luchar por un amor. Siempre me gustó poner toda la carne en el asador para que todo lo que de sea de corazón y a cambio de nada o muy poco, a lo sumo una caricia y el calor de una piel rozando y erizando la mía. Un alma gemela que me ayude a alimentar esta locura imposible de amar.