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jueves, marzo 19, 2015

19 DE MARZO: FELICIDADES PAPÁ


“La muerte no nos roba a los seres amados,

al contrario, nos los guarda y los inmortaliza

en el recuerdo”.
 
 

Hoy pude estar cerca de ti nuevamente, los recuerdos de tu partida volvieron a golpear mi mente. Al cerrar mis ojos, retornó tu imagen nítida y cristalina, mitigando la desolación que me asaltaba. Espero que esa imagen, cual tinta indeleble, no se disipe jamás e incluso me asista y reconforte en la fatídica hora de mi despedida.
Con la mirada perdida y los ojos arrasados en lágrimas, pienso en lo cruel y vengativa que se portó la vida contigo. Me pregunto ¿por qué? Y no obtengo respuesta.

Intuyo que desde esta impuesta lejanía, sabes todo aquello que perdí y gané a lo largo del camino. A veces, habrás tenido que conmoverte con mis actos y decisiones y otras, alegrarte por los logros obtenidos.
Después de tantos años, me siento en el quicio de la puerta y te sigo extrañando porque a la hora convenida, no llegas. Me enseñaste muchas cosas de la vida pero se te olvidó advertirme lo que supondría prescindir de ti.

No es la distancia la que nos separa sino, una eternidad insalvable que hace imposible avanzar en este camino. Algún día, más tarde o temprano, regresaré a tu nuevo hogar.
Las flores sobre tu tumba se marchitan y perecen pero mi amor y admiración por ti, crece y florece cada día para renovarse por siempre.

¡Padre mío!, tu eres el más bello de todos mis recuerdos. Gracias por existir y dejar tu huella en mi.

martes, marzo 03, 2015

MI VIDA EN UN ADIOS

 

…”Hasta que no vacíes tu alma de lo que te atormenta,
no podrás llenarla con lo que te hará feliz”…

Yo de antemano, era perfectamente consciente de que, cualquier día podría ser nuestro último día y sin embargo, me aferraba a un imposible, a una idea que luego me dañaría como tantas veces hiciera esa misma ofuscación. Al fin y al cabo, el amor se alimenta de esperanzas, aún a sabiendas de que éstas, no llegarán nunca a cumplirse.
La luz que iluminó mi corazón, más temprano que tarde, se apagaría irremisiblemente y un frío aterrador me cercaría. Tal vez por ello o más bien a causa de ello, mi corazón se acostumbró a ser un perezoso redomado, a latir más lentamente de lo que marcan los parámetros de normalidad cardíaca.

Mi existencia, comenzó a ser una incesante y contenida angustia, angustia por la espera de la llegada y mayormente por la hora de la partida. Cada vez que te alejas, te llevas una parte de mi vida y un trozo de mi corazón. Mi subconsciente corre tras de ti, persiguiéndote y gritando que regreses para disipar todo mi desasosiego.
El aroma de tu cuerpo me asalta el olfato en sueños, tu imagen me acorrala y juntos, vencidos por por la verticalidad, caemos rendidos en ese preciso lugar donde más nos reconocemos, nuestra cama, cómplice y confidente a la vez. Entonces, quisiera detener nuestro mundo azul en un instante, y ser quien de hermetizar el fluir desenfrenado de sentimientos.

Cuando te tengo en frente, me observo reflejado en el brillo delator de tus ojos. Tu mirada es el espejo de la mía, en ella veo reflejado mi destino, un abismo tan profundo, cuan oscuro y sin embargo me precipito con una sonrisa en los labios y una satisfacción plena que llena todos los vacíos acumulados en todo este corto espacio de tiempo en que te tengo y disfruto. Siempre me produjeron vértigo los precipicios y ahora camino decidido y anhelante  para despeñarme desde el iris cristalino de tus pupilas. Siempre sentí fascinación por las miradas lánguidas y perdidas, cual eje de un tornado que me arrastra y engulle hacia lo más profundo de ese abismo.
No dices nada, te lo callas todo y sin embargo, regresas a mis brazos, reclamando el calor trémulo de mi piel que le proporciona alas a tu cuerpo, antes de partir y olvidar toda esa pasión que se desploma irremisiblemente del tálamo a ras de suelo.

Veneraré tu imagen o su recuerdo, mientras tu voluntad lo permita o tal vez, incluso después de que me lo impida. Todo lo que accede y traspasa el umbral de mi corazón, se queda prendado en él y muy a tu pesar, eres ya parte de mi presente y lo serás también de mi futuro. Tu ya vas conmigo, allí donde yo voy. Tú camino es el mío, dame fuerzas para escalar la pendiente y no ser quien de claudicar en el intento. Esta vez, tatuaré mi soledad, con tu nombre eternamente ausente.