MATICES DE NEÓN
La tarde se desvanecía lentamente sobre el horizonte, en tanto la noche se aventuraba y cernía sobre la ciudad y sus habitantes. Por la calle, la gente apuraba el paso y las compras dejadas para el último momento. A medida que oscurecía, una claridad artificial lo iluminaba todo de colores atractivos a la vista de los viandantes.A lo lejos te divisé agazapada bajo aquel paraguas de color indefinido y neutro, quizás acorde con tu vida o quizás no. Te vi acercar con pasos indecisos y me hice a la idea que nuestro encuentro se iba a producir a pesar de que el destino lo quisiera o no. Me imaginé que me habías visto, esquivando los charcos, a rostro descubierto y con los cabellos empapados.Te acercaste más y más y cuando estuviste a mi altura, me reconociste, ni siquiera te detuviste, seguiste tu camino marcado y yo tambien seguí el mío.El aire de la muchedumbre me golpeaba en el rostro, sus olores diferentes se impregnaron en mi ropa y yo seguí ausente caminando hacia no se sabe donde, ni en busca de se sabe qué.Cuando me giré, chocó mi mirada con la tuya, ambos estábamos detenidos y ausentes sin saber el porqué. Emprendimos el acelerado viaje hacia el país de nunca jamás, sin saber lo que el uno había pensado del otro. Tal vez hubiera reparado pero no tuviera ni un pensamiento para mi.El autobús se detuvo en la parada y la abalancha de gente pasó al interior, me decidí y entré tambien, estaba calado hasta los huesos y tenía helado el corazón.Me bajé cuando se detuvo y enfrente divisé la colina que me daba la bienvenida, el aire puro de los árboles inundó la cavidad de mis pulmones. Me adentré en el parque y a escasos metros, estabas tú, sentada en aquel familiar y pétreo banco, igual de mojada como lo estaba yo y tan ausente como te había visto unas horas antes.Pasé a tu lado y la indiferencia de nuevo quiso poner distancia entre ambos.La casualidad, el azar, la providencia, me hicieron ver que el invierno se había instalado en más corazones. No era tan distinto a los demás, tal vez los demás fueran distintos a nosotros y sabían disimular mejor el abatar de las estaciones que anidan en nuestro interior.Me alejé de tí tanto como de mi mismo, porque alguien me había dicho que cada uno libra su propia batalla sin pretender abordar la de los demás.El amanecer me sorprendió con resaca y estornudos, pero sin nadie que gentilmente me ofreciera un café caliente, entonces pensé: ¿ y a tí, cómo suelen sorprenderte los amaneceres?. ¿Tal vez con una caricia al alma?, ¿un te quiero falseado? ¿o la eterna promesa incumplida de volver a verte?.
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