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jueves, septiembre 14, 2006

AQUELLOS MALTRECHOS OJOS VERDES

Recuerdo que me pediste, a menudo con insistencia, que cuando el tiempo me lo permitiera que intentara con la perspectiva que da la lejanía, acercarme cauteloso al brillo de tus ojos tristes. Que narrara la historia en la que un día, ambos vivimos atrapados y que en el presente, no es más que un amargo punto de referencia de esa lejanía un tanto próxima.
Llegaste a mi vida sin yo pretenderlo, al menos explícitamente, como quien dice al acecho, agazapados en aquel sórdido lugar, intentando que nuestros cuerpos se repusieran de la resaca de 43 y al tiempo, capeando las inclemencias del otoño que pugnaban por calar nuestros cuerpos.
De camino, con todo dicho, te invité a que subieras y te quedaras y me extrañó sobremanera que abandonaras la maleta, al preguntarte, contestaste que no valía la pena ocupar mi reducido espacio con un enser tan voluminoso y con tan poco contenido.
Te acomodaste en mi casa, en tanto yo fui a buscarte el paquete de Ducados, por lo menos, esa era la escusa que puse y sin que lo supieras, fui a rescatar la maleta y la camuflé en un rincón del altillo.
Asalté tu entorno, quizás demasiado rápido, tú boca decía a todo sí pero tus ojos la contradecían, en tanto tu cuerpo rechazaba el impetuoso acoso del mío.
Entonces vivimos la novedad y más tarde, nos instalamos en la rutinaria monotonía que hacía que todos los días fueran monocromos bajo el techo de aquel espacio diminuto y abuhardillado.
Hice las cosas con esmero y de la mejor manera, poniendo todo el empeño y las ganas pero parecía no ser suficiente para devolverle el brillo y la calidez a tú extraviada mirada.
Nuestras ilusiones naufragaron, eso creí yo al principio, luego dudé y tal vez las que se hundieran fueran tan solo las mías, porque tú, jamás pusiste el mínimo ápice de ilusión.
El hastío nos convirtió en seres insoportables para con nosotros mismos y cada cual por su lado, trató de sobrevivir al naufragio y parece que lo hemos conseguido.
De esta historia, en el recuerdo, tú conservas unas alas en mis brazos y yo un balcón ciego en tú mirada y aquella maleta olvidada en el altillo.
Delante de una fotografía, manida y decolorada, el gramófono me hace caer en la cuenta de lo traidores que pueden resultar un par de descarriados ojos verdes.
En tanto suena el vinilo, me dispongo a rescatar la vieja maleta de cuadros escoceses. Forzando la oxidada cerradura, logro abrirla y observo que estaba sospechosamente vacía pero solo allá muy en el fondo pude intuir en el reflejo de unos ojos, la amargura de un fracaso y la huída forzada de una decepción.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

DESDE AMÉRICA DEL NORTE TE ENVIAMOS UN SALUDO Y NUESTRA FELICITACIÓN POR EL SENTIMIENTO Y LA BELLEZA ESTÉTICA CON LA QUE REFLEJAS TUS SENTIMIENTOS.
ACTUALMENTE ESTAMOS VIENDO COMO ESTÁS REVOLUCIONANDO EL MUNDO DEL BLOG.

Anónimo dijo...

LEON BLUM

En París, mis amigos y yo te leemos con verdadero placer.
Esperamos a que cuelgues algo nuevo en la página para compartirlo con nosotros.