“Si nada nos salva de
la muerte,
al menos que el amor
nos salve de la vida”
Pablo Neruda
Hoy, con el aura destrozada
y una mente de ilusiones destruidas, a pesar de mirar al sol, vivo en una incesante
oscuridad. El confuso camino que conduce de mis ojos a tu alma, se ha vuelto
frío y hueco, ya no siento que me pierdo en tu mirada. Tu recuerdo, me hace
caer en la cuenta que fuiste una bella ilusión, el aire fresco de un tierno
amanecer y un fugaz sueño que culminó en agónico martirio y dolor. Empuñando la
terrible daga que supone la traición, te enfrentaste a mi sombría razón.
Te olvidaré cuando en la
noche sea capaz de no extrañar tu voz, lo haré cuando comprenda que volviste en
llanto amargo la alegría de mi sonrisa y cuando extrañamente, al querer
recordar tu cara, ni siquiera pueda ya recordar tu nombre. Sentiré el absoluto silencio
cuando deje para siempre de escuchar tu voz en mi corazón.
No me equivoqué, creí desde
un principio en tu falsedad y desperté con el llanto de tu verdad, tu culpa
quedó anclada junto al eco ininterrumpido de tu entrecortada voz.
Fustigaste mis sentimientos,
derrumbaste nuestra amistad y aún así, anidaré en tu pecho para evitar morirme
preso de esta lacerante soledad. Renaceré aunque solo sea en sueños enajenados,
de aquellos que se prometen y no se cumplen jamás.
Hoy la encarnizada soledad
es mi refugio, cuando la agonía es mi único consuelo y meta de mi eterna
espera. Hoy sentí el peso del alba sobre mi herido costado, cuando probé el
beso de la muerte y experimenté la ilusión mortal de la inducida eutanasia.
Desde entonces, hay pasos
inquietos transitando los corredores de mi corazón, estoy completamente
vacío y dolorosamente espinado, refugiándome y sucumbiendo en la ciudad de mis temores.
“Yo creo en el amor a
primera vista y
en el olvido a la
primera traición”