RELATOS CORTOS DE CARACTER INTROSPECTIVO E INTIMISTA, INSPIRADOS EN EL DEVENIR COTIDIANO Y EN LAS HUELLAS QUE EL PASO DEL TIEMPO ESCRIBE SOBRE NUESTRA PIEL
"La vida es lo que es, en tanto nos empeñamos en que sea algo diferente"
A pesar de las circunstancias, la distancia y el tiempo, las personas que en su día traspasasteis el umbral de mi corazón, seguís ocupando ese mismo espacio de antaño, porque para mí, habéis sido algo más que una estrella fugaz. Lo menos importante, es si actualmente continuáis formando parte o no de mi vida. Las personas desaparecen pero sus actos permanecen.
A todos os deseo de corazón unas felices fiestas y que el año nuevo os traiga todo lo que os merecéis. Al enviaros esta misiva, experimento una profunda paz y mi rostro ha esbozado una sonrisa. Me congratulo de que sigáis ocupando ese espacio, compartido con un hermoso pensamiento en mi cabeza. El haberos conocido, me ha hecho mejor persona. Gracias por existir y dejar vuestra huella en mi.
para habitar otros mundos y vivir otras
realidades”
Noche
lúgubre y cristalina de triste infierno candente, donde ni la mano amiga se
muestra dispuesta a mitigar este incendio ingente. Las calles vomitan olor a
alquitrán y el viandante esparce en el aire su aroma a revenida soledad. En el
entorno fluye la materia, inmundicia y deseo contenido y contrariado.
El
tránsito apacible de la noche indefensa, acaricia la mansedumbre que los años
tatuaron sobre la piel. La frente arrugada, el semblante circunspecto y las
manos tendidas y cansadas de esperar sin hallar, el abrazo esquivo y fingido del
falso amigo sobrevalorado.
La
agonía y el tormento devastador, penetran hasta el interior del tuétano,
fulminando cualquier esperanza que pueda vislumbrar un prometedor futuro. Todos
tan iguales y ¡yo tan diferente!, maltrecho, insano y provocador.
Las
luces ámbar de neón, me mecen en la misma enfermiza sinrazón de cada noche, en
la que, no buscando nada, siempre acabo perdiéndolo todo, a veces incluso,
también la dignidad.
Al
alba, el nuevo día, delata que de entre tanta mentira, algo queda de verdad,
más la cabeza permanece rendida y aletargada bajo la maternal comodidad de la
almohada, tratando de olvidar que sin pretenderlo, ayer noche he sido, lo que
soy en realidad.
No
tengo nada que mostrarte, ni tampoco que ocultar. Nada es lo que parece ser
sobre el escenario de esta puta y fingida realidad. Cuando reúnas el suficiente
valor para no sucumbir, mírame a los ojos y lee toda la verdad. No te asustes
ni te inquietes porque la mía, puede ser tu misma verdad; al fin y al cabo,
ambos llevamos en un mismo sobre lacrado, un enigma pendido del corazón.
"Que Dios me clave en los ojos alfileres de cristal,
para no verme frente a frente conmigo y mi verdad"
Miguel Poveda
Una
gélida noche de invierno me proporcionó su contenido abrazo de bienvenida. El
año viejo agonizaba y el nuevo pugnaba por instalarse sigiloso en nuestras
vidas. El firmamento, desplegó su manto de estrellas refulgentes para saludarme
en silencio.
He
nacido envuelto en una espiral de lujuria, por lo mismo, desde mi tierna
infancia, la ropa abrasaba mi piel, conteniendo y limitando el fluir de mis
sentimientos. Este era mi fatídico signo, el que luego arrastraría ya de por vida.
En
las tórridas noches de mi adolescencia y posterior madurez, sucumbí sin
conciencia ni mesura al desenfreno y la pasión. Tu lívido se ahogó bajo el peso de mis
caderas, en tanto las aspas del ventilador mecían las mil trizas de la sábana
de seda que camufló el torrente cálido de la vida en pugna entre el deseo y el
amor. Amanecí con los ojos cuajados de amaneceres en soledad y extrañando tu
presencia. Las agujas del reloj, avanzaban con un cansancio mortecino y
pasmoso, arrastrándome con ellas en un torbellino de agónica desesperación.
Tu
excesiva reserva me fustigaba y alteraba, sumiéndome en un estado de
consciencia permanentemente alterada. Me sigo derrumbando y pensando en ti a
cada instante. El peso de las estaciones y los días, no fue losa suficiente
para sepultar tu recuerdo.
En
el ventanal de la alcoba, el cielo escupía con furia mil gotas lúbricas que se
deslizaban por el cristal al unísono que tus medias descendían de la cintura a
los tobillos, acariciando la obscena curvatura de tus caderas. Los puntos se
enredaron entre mis dedos y las carrerillas diseñaron tus medias.
El
fuego candente de nuestros gemidos, derritió el hielo que navegaba a la deriva
en el vaso y se deslizaba lentamente de mi boca a tu paladar, refrescándote la
garganta, contraída por los estertores y espasmos atropellados de un
irrefrenable deseo canalla.
Con
los años, me convertí en un ser irreverente y transgresor, con incontinencia
pasional, evadiendo penas y problemas. Al final, lo que me diferencia y hace
especialmente único, es el poder elegir y decidir lo que hago con mi vida. Para
bien o para mal, acarreo con las consecuencias de mis actos. Algo tan sencillo que todos pueden hacer y sin embargo, solo los más osados hacemos.
Vivir
es sumamente arriesgado, terrible y a la vez apasionante. Saber que el torrente de la
vida pende de un hilo, me produce un dulce vértigo que hiela y paraliza mi
sangre por momentos, pero no por ello, me va a impedir cabalgar de nuevo en mis
noches canallas.
Solo
alguien con más de media vida vivida, puede seguir creyendo en el polvo de las
mariposas. Si no es por convicción, que al menos sea por necesidad. A ciertas
edades, uno necesita afanosamente creer en algo aunque ese algo, a menudo sea
muy poco creíble.
En
el aire, tras su estela, habían huido todos los pensamientos positivos y desde
entonces, se había sentido tremendamente sola, abandonada y vacía. En su pecho
anidaba un alma profundamente lacerada.
La
idea del suicidio cobraba forma, meciendo y abrazando entre sus garras la
nostalgia. Lo hiciera o no, un día alguien determinaría que había llegado el
fin.
Este
fue el último pensamiento que transitó raudo y veloz por su mente antes de
lanzarse a las procelosas aguas de aquel mar embravecido queestrellaba su vómito espumoso contra las
rocas. El impacto brutal consiguió que perdiera la consciencia, ya no había
marcha atrás.
Afortunadamente,
como muchas otras veces, el colchón había amortiguado el golpe y al despertar del
soporífero letargo, emergía y remontaba el vuelo. Amanecía en un horizonte
partido en dos, más la idea permanecía indeleble, no así sus tan temibles consecuencias.
Todo había podido ser y no fue.
Lo
peor sobreviene cuando en la vida se hacen recurrentes las mismas pesadillas y
con mayor frecuencia, nos sentimos predispuestos a soñar despiertos. Las
ofuscaciones se apoderan de nuestra débil y frágil voluntad.
¿Qué
ocurrirá cuando te atrape un sueño y no logres despertarte a tiempo?. Entonces
del orbe, con la suavidad de una caricia profanada, se desplomaran mil tules
negros para camuflar la sombra herida de tamaña indefensión.
Este primer domingo del mes de
mayo, abrí como de costumbre la ventana y se coló en la estancia una ráfaga de aire fresco con un inmenso olor a
primavera. Un año más, la tengo conmigo, palpitando a mi vera.
Sé que vale mucho, demasiado
pero soy incapaz de calcular cuanto y espero seguirlo siendo por mucho
tiempo. El valor real de las personas y las cosas, se adquiere cuando las perdemos, en su
ausencia es cuando calibramos la verdadera dimensión y trascendencia.
Es feliz y yo lo soy doblemente,
porque cuando introduzco la llave en la cerradura, alguien me espera al otro lado de
la puerta para recordarme lo mucho que me quiere y estrecharme entre sus
brazos, con una sonrisa tierna en sus labios.
¡A mi madre!, la que me dio la
vida y veló por ella durante más de ochenta años. A esa mujer que sin necesidad
de ser perfecta, es sin embargo, una excelente madre. A sus ochenta y siete
años, sigue ejerciendo como tal, a pesar de sus limitaciones físicas que no así afectivas.
¡Madre mía!, eres lo más hermoso y único que tengo en la vida, más allá de ti solo reina la oscura incertidumbre que atenaza mi vida.
Hoy
pude estar cerca de ti nuevamente, los recuerdos de tu partida volvieron a
golpear mi mente. Al cerrar mis ojos, retornó tu imagen nítida y cristalina,
mitigando la desolación que me asaltaba. Espero que esa imagen, cual tinta
indeleble, no se disipe jamás e incluso me asista y reconforte en la fatídica
hora de mi despedida.
Con
la mirada perdida y los ojos arrasados en lágrimas, pienso en lo cruel y
vengativa que se portó la vida contigo. Me pregunto ¿por qué? Y no obtengo
respuesta.
Intuyo
que desde esta impuesta lejanía, sabes todo aquello que perdí y gané a lo largo
del camino. A veces, habrás tenido que conmoverte con mis actos y decisiones y
otras, alegrarte por los logros obtenidos.
Después
de tantos años, me siento en el quicio de la puerta y te sigo extrañando porque
a la hora convenida, no llegas. Me enseñaste muchas cosas de la vida pero se te
olvidó advertirme lo que supondría prescindir de ti.
No
es la distancia la que nos separa sino, una eternidad insalvable que hace
imposible avanzar en este camino. Algún día, más tarde o temprano, regresaré a
tu nuevo hogar.
Las
flores sobre tu tumba se marchitan y perecen pero mi amor y admiración por ti,
crece y florece cada día para renovarse por siempre.
¡Padre
mío!, tu eres el más bello de todos mis recuerdos. Gracias por existir y dejar tu huella en mi.
…”Hasta que no vacíes tu
alma de lo que te atormenta,
no podrás llenarla con lo
que te hará feliz”…
Yo de antemano, era perfectamente
consciente de que, cualquier día podría ser nuestro último día y sin embargo,
me aferraba a un imposible, a una idea que luego me dañaría como tantas veces
hiciera esa misma ofuscación. Al fin y al cabo, el amor se alimenta de
esperanzas, aún a sabiendas de que éstas, no llegarán nunca a cumplirse.
La luz que iluminó mi corazón, más
temprano que tarde, se apagaría irremisiblemente y un frío aterrador me
cercaría. Tal vez por ello o más bien a causa de ello, mi corazón se acostumbró
a ser un perezoso redomado, a latir más lentamente de lo que marcan los
parámetros de normalidad cardíaca.
Mi existencia, comenzó a ser una
incesante y contenida angustia, angustia por la espera de la llegada y
mayormente por la hora de la partida. Cada vez que te alejas, te llevas una
parte de mi vida y un trozo de mi corazón. Mi subconsciente corre tras de ti,
persiguiéndote y gritando que regreses para disipar todo mi desasosiego.
El aroma de tu cuerpo me asalta el
olfato en sueños, tu imagen me acorrala y juntos, vencidos por por la
verticalidad, caemos rendidos en ese preciso lugar donde más nos reconocemos,
nuestra cama, cómplice y confidente a la vez. Entonces, quisiera detener
nuestro mundo azul en un instante, y ser quien de hermetizar el fluir
desenfrenado de sentimientos.
Cuando te tengo en frente, me
observo reflejado en el brillo delator de tus ojos. Tu mirada es el espejo de
la mía, en ella veo reflejado mi destino, un abismo tan profundo, cuan oscuro y
sin embargo me precipito con una sonrisa en los labios y una satisfacción plena
que llena todos los vacíos acumulados en todo este corto espacio de tiempo en
que te tengo y disfruto. Siempre me produjeron vértigo los precipicios y ahora
camino decidido y anhelante para
despeñarme desde el iris cristalino de tus pupilas. Siempre sentí fascinación
por las miradas lánguidas y perdidas, cual eje de un tornado que me arrastra y
engulle hacia lo más profundo de ese abismo.
No dices nada, te lo callas todo y
sin embargo, regresas a mis brazos, reclamando el calor trémulo de mi piel que
le proporciona alas a tu cuerpo, antes de partir y olvidar toda esa pasión que
se desploma irremisiblemente del tálamo a ras de suelo.
Veneraré tu imagen o su recuerdo,
mientras tu voluntad lo permita o tal vez, incluso después de que me lo impida.
Todo lo que accede y traspasa el umbral de mi corazón, se queda prendado en él
y muy a tu pesar, eres ya parte de mi presente y lo serás también de mi futuro.
Tu ya vas conmigo, allí donde yo voy. Tú camino es el mío, dame fuerzas para
escalar la pendiente y no ser quien de claudicar en el intento. Esta vez,
tatuaré mi soledad, con tu nombre eternamente ausente.