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No hay que ser demasiado avispados para saber que la macroeconomía se mueve a través de ciclos dinámicos y a una época de expansión, le sobreviene otra de estancamiento y luego una de recesión y así sucesivamente.
Semeja que los últimos años, nos habíamos olvidado de contemplar los períodos regresivos, tal vez por ello y alimentados por nuestra desmesurada ambición, todos soñamos despiertos con convertirnos de la noche a la mañana en nuevos ricos, o cuando menos en empresarios emergentes. Prácticamente la mayoría vivió muy por encima de sus posibilidades.
Lo más importante, los proyectos empresariales, era lo de menos, con este criterio se montaron infinidad de empresas con el mismo objetivo e idéntica finalidad. En épocas expansivas, todas disfrutaban de su mayor o menor cuota de mercado, el cliente invertía sin analizar donde lo hacía. Por la contra, hoy se apuesta por empresas que ofrecen garantías de consolidación y solvencia, se huye de experimentos asentados en la ambición particular de sus dueños, “empresas” con pies de barro que se están derrumbando a diario. No faltando a la sinceridad que me caracteriza y siendo igualmente un tanto irreverente y muy políticamente incorrecto, tengo que decir que no siento pena si no más bien compasión por el osado y ambicioso que se descuelga por la pendiente.
Las etapas de recesión, lo son también de selección natural ya que, al final sobreviven los proyectos asentados bajo el raciocinio y desaparecen los experimentos fruto del desenfreno y la ambición por ser alguien diferente de lo que, en realidad se es.
Es época de poner en alza la cultura empresarial ya que, no todos nacimos para ser solventes empresarios. No es suficiente la voluntad ni tampoco lo es la ambición.
No es menos cierto que en todo ello, existió una mano traidora que meció la cuna, las entidades financieras que con sus más que blandos créditos, dieron alas a esa desmedida ambición. Paradójicamente, estas entidades crediticias, son las mismas que hoy le ciñen la soga al cuello al incauto.
La recesión económica, es una oportunidad para centrarnos y poner los pies sobre la tierra, sobre todo aquellos que volaron a sabiendas de que no disponían de alas para hacerlo.
Sigo afirmando que debo ser de los pocos que desean que esta crisis se prolongue tres o cuatro años más porque de ella, saldremos reforzados y tendremos el entramado socioeconómico que realmente nos merecemos, un entramado sólido, competitivo y solvente. Los experimentos con gaseosa habrán perdido en el camino sus burbujas y por ello su efervescencia, cada uno regresará al lugar que le corresponde y del que nunca debió haber salido.
Si somos mínimamente aplicados, habremos aprendido la lección y sacado provecho de la situación.
La crisis tenía que haber llegado y llegó, lo malo es que muchos no habían trabajado convenientemente el largo camino de la espera, continuaban nadando sin guardar las ropas. Cuando muchos levaron velas, el viento ya había amainado, de hecho, la calma no facilitó el avance.
NOTA:
La improvisación, la ambición, la osadía, la falta de conocimiento del medio y la gestión, a menudo conforman un coctel de difícil combinación y como resultado se obtiene un elixir no muy grato de digerir.
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