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lunes, agosto 03, 2009

HISTORIAS RURURBANAS



Con un estruendo enserdocedor, la bocina del tren nos indicó que el viaje había dado comienzo. El paisaje huía de nuestra vista, al principio lentamente pero luego pasaba más de prisa.
En el interior no había nada en qué valiera la pena reparar, a penas unas cuantas personas con caras largas, ciertamente era lunes y en los rostros se reflejaba el cansancio acumulado durante el fin de semana.
Por tanto, para entretenerme y no dormir, decidí dirigir mi mirada al exterior, perdiéndola en el horizonte y fijándome en esas casitas olvidadas que un día fueron habitadas y seguramente alguien en su interior tuvo momentos felices y tal vez, agún que otro sueño placentero.
Sentí una enorme pena por esos seres desconocidos que se ausentaban y tambien por las historias que sucumbían dentro de aquellos muros, hoy amenazados por la ruina y una vegetación que promete invadirlo todo.
Primero fue una, luego vinieron más y todas semejaban tener algo en común, eran estructuras humildes pero me parecieron todas muy acogedoras, en ellas imaginé la quietud de los ancianos que ven pasar el tiempo sin a penas poder disfrutar de los instantes más felices. Ojos cristalinos que tuvieron un pasado pero que en su día estuvieron carentes de futuro.
Un nudo en la garganta me impidió tragar saliva, noté un desasosiego y por un fugaz instante, vi mi casa reflejada en cada una de aquellas, sentí pena por ella y por todas las demás pero más lo sentí por mi vida, cuando el cristal de la ventana me devolvió una imagen que no me gustó, una imagen muy poco atractiva que denotaba el paso del tiempo, el galope hacia la vejéz y de ésta, a la decrepitud, media solo un pequeño escalón.
La vida se desliza por mi cuerpo como la locomotora por los raíles, cada vez se incrementa la velocidad y no bien acabas de olvidar el bocinazo de salida, te sorprende una voz neutra que pretende ser amable y te comunica que has llegado a tú destino.

La evasión se cierne sobre el infinito y a lo lejos estalla la ciudad con su progreso. Una panorámica muy diferente a lo vivido durante el trayecto pero más envolvente y embriagadora, ésta ensordece los oidos, nubla el pensamiento y camufla los sentimientos.

2 comentarios:

Ánxela Sanmartín dijo...

está ben. A pesar de que este relato fala do paso do tempo, non é demasiado triste.
A mín gustanme uns relatos que sean alegres e que non sean demasiado dramáticos.
Prefiro ler algo que me entreteña e non que me poña triste.

ERIKA MALDONADO dijo...

La optica y el enfoque de la vida, así como, nuestras propias vivencias son las que marcan al autor. Éste refleja además de vivencias, estados de ánimo cambiantes.
Me gustan estas histórias porque me atrapan.