Tú memoria
se ha perdido,
la
oscuridad cegó tu luz,
llenando tu
existencia de tinieblas,
por la
vereda estrecha de la vida,
una luna
negra te secuestra los recuerdos,
por alguna
extraña razón,
hoy te
habita el olvido.
Tu memoria
es un laberinto,
el preludio
nebuloso de un sueño eterno
del que no
encuentras salida,
no sé lo
que piensas cuando me miras,
ni sé que
sientes cuando te toco,
has cerrado
los ojos y permaneces semidormida.
Atrás se
quedan perdidos,
los
capítulos de tu biografía,
deslizándose
despiadado,
el ocaso de la vida,
con sutil
fatalidad
y todos los
que te amamos,
somos ya tan
solo humo y ceniza,
a merced de
tu frágil memoria.
En esta
maldita estación de invierno,
de
arrebatos cercanos y soledades urgentes
no queda
concesión a la esperanza,
de nuevo
eres una niña
que desaprendes ahora,
un poquito
cada nuevo día.
Todavía
cuando me miras,
tus ojos
¡brillan! con una tenue alegría,
en tu
sonrisa crecen auroras
y ocasos
infinitos de cariño,
no sabes si
soy tu padre, tu hijo o tu amigo,
pero ¡qué
me importa! si sé que tu corazón palpita
y que él
nunca me olvida.