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miércoles, mayo 02, 2018

REALIDAD INDUCIDA

Siempre hay algo que recordar aunque tan solo sean horas sin tiempo de días eternos. Un miedo atroz y recurrente que vuelve una y mil veces para hacerme prisionero y esclavo de sus garras y que consigue transportarme a pasos agigantados y arrojarme irreverentemente a los pies de la parca.
Macabra idea que toma forma y ocupa mi mente produciendo angustia y dolor por igual. Merecido castigo a una trayectoria vital disipada que solo genera amarga soledad y destierro afectivo en quien la practica. Esta trayectoria es fruto de mi realidad inducida, habitando una infancia de crueldad y aislamiento social, fui avocado y tomé, de todos, el camino más fácil, el único que me mostraron, el único que hoy guía mi vida. No he aprendido a transitar otros caminos, la banal existencia se me mostró esquiva, desde el punto y hora en que en tus ojos mi rumbo perdí.
Al morir la tarde y aventurarse la noche, busco entre sus susurros una nube de esperanza, una esquina por la que divise la postrera claridad del sol y me permita vislumbrar una sonrisa a media asta, exenta de dolor.
En mi búsqueda constante, solo encuentro sonrisas apagadas entre frías paredes, palabras olvidadas entre amaneceres sin brillo, caricias perdidas entre los escollos de la vida.
Cuando sucumbo en los reconfortantes brazos de Morfeo, la última imagen que ocupa mi mente es la de un cúmulo infinito de besos ahogados en sábanas de pena. Cuando el alba me despierta de mi letargo, busco desesperadamente un lugar donde el sol vuelva a brillar dentro de mi soledad, el calor que me abrace a la vida y me rescate de la frialdad que me habita.
 
 



1 comentario:

Nina Montans dijo...

Sin palabras. Qué belleza!