“A mis noches le faltan
estrellas cuando
mis dedos no consiguen
trepar por tu piel”…
No existe olvido que logre borrar
la memoria oculta de mi piel, nada puede camuflar los besos y caricias que me
han prodigado ni los brazos de quienes me han abrazado.
No voy a condenar al ostracismo mi
pasado, cuando su trabajo me costó asimilarlo y enorgullecerme porque éste no
ha sido más oscuro ni menos obsceno que el pasado de quien me lo pueda recriminar,
Sobre mis espaldas, cargo el peso
de los afectos falseados pero de igual forma, de los obsequiados desde el más
tierno y puro de los cariños.
Mi pasado se ha congratulado con
todas y cada una de mis cicatrices y ha sido el bálsamo perfecto para no
permitir que mi cuerpo se envenenara. Mi pasado ha forjado la mejor versión de
mi presente por lo que no voy a permitir que nadie ni nada pretenda hundirme
empleando como arma arrojadiza la promiscuidad de mis afectos. He vivido y
disfrutado de la vida como he considerado oportuno, a mi manera y siempre al
margen de lo que socialmente se pueda considerar o no correcto. Lo correcto es
aquello que me dicta el corazón y que se encarga de ejecutar mi mente y mi
cuerpo. Pude haberlo hecho de otra forma pero unas veces por no querer y otras
por no poder, fue lo que fue. Jugué la partida de la mejor forma posible y con
los naipes que el destino me proporcionó. No gané, tampoco perdí pero
sobreviví.
Mi baraja no contenía cartas
marcadas y todos los ases estaban en el mazo, ninguno salió de la manga.
La vida se me fue revelando y yo la
fui coloreando para matizar de luz alguna que otra violenta sombra. El
resultado ha sido un lienzo más tenebrista que los que Caravaggio realizó en su
momento.
En el ocaso de mi existencia, soy
la suma de avatares, un grito enmudecido y ahogado, producto de esa extraña
forma de vida que anida en lo más hondo de mi atormentado corazón.