Tenebrosa jaula de olvido envuelve,
miradas que se disipan en el tiempo,
anidan, apenas, camuflados reflejos,
que a su vida y palabras recuerdan.
Estrellas fugaces y extenuadas,
comienzan a regalarme su postrero suspiro,
mortaja para quien no permanece en el
corazón,
ni estática ni gravada para siempre.
Por un mar de vida, la memoria transita,
con instantes que marcan y laceran,
aún el pecho del más curtido,
¡huellas incandescentes que queman pero no
abrasan!