“Y
cuando haya escrito el último verso,
de
la última página de mi vida,
te
seguiré amando hasta tu muerte”.
Una lúgubre
manía de vivir subyace en mi,
me arrastra
al abismo y no lo niego.
Me acosa la
cadencia de las noches
con sus mustias
fragancias
y en mi
garganta anidan armonías equidistantes
que me ahogan
y desgarran.
De lejos, a
tú paso, oigo estrellarse la sirena,
allí donde
perecieron un día nuestras sonrisas.
Me remuerde
en la conciencia, la existencia de los días,
me culpabilizan
los tenues amaneceres,
cuando te
alejas aireando mi secreto
que gime
vagando en las alas del viento.
Con tu
partida, has quebrantado,
los huesos cartilaginosos
de mi memoria,
y pausado eternamente
mi mirada perdida.