…Cuando pienso en mi felicidad, siempre me
acuerdo de ti. Tú eres la gran aventura de
mi corazón…..
Con el
paso del tiempo y a fuerza de no tenerte cuando te necesito, me consuelo con el
sabor de tus besos que continúa anclado en el paladar de mi boca. Te tenga o
no, la pasión de mi virilidad continúa consumiéndose entre tus piernas y en el
hueco de tus senos.
Siento
la tersura de tu piel cálida abrasando la mía, en tanto en cuanto tus dedos
erizan el vello de mi cuerpo. Tu recuerdo y tu presencia fustigan por igual mis
sentidos. Aún no siendo mía, lucho porque no seas de nadie más, hago lo posible
porque la saliva de otra boca furtiva no inunde la tuya.
Te veo
acercar y me rindo al abismo de tus deseos que son los míos propios. El viento
cesa, arrecia la tormenta y el fuego interno se aviva. Se esfuman las
indecisiones y crepita la pasión.
Te
estrecho contra mi pecho y el tiempo se detiene en un fugaz instante, se
entrecortan las respiraciones, desfallecemos y resucitamos en ese impetuoso
abrazo. Cuando yaces en mis brazos, eres consciente de todo lo que callo.
Te desplomas
encima de la cama y sientes impetuosa la turgencia y el peso de mi cuerpo de
igual forma que yo siento abrumadora la soledad en tu ausencia. Quiero rendirme
dentro de ti, sintiendo el calor de la vida y el sabor de lo prohibido que me
abrazan de igual forma, sentir como el estertor de tus jadeos ahogados
transitan y se mueren en la sequedad de mi garganta.
Mi
cuerpo sudoroso empapa tu espalda y a pesar de ello, te fundes más en mi, luego
estalla un tornado en tus labios en tanto en cuanto la luna se ruboriza en el
empañado cristal de lascivia que nos separa del exterior.
Desde
entonces nada cambió, se intensificó, se magnificó. Somos la sombra de un par
de almas gemelas abrazadas a un destino común. Nuestro amor es dolor y recuerdo
de un cariño viudo.
Quédate
una noche más atrapada en mis sueños, entrelazada en mis piernas y encajada en
mi pelvis. No te vayas nunca y si has de irte, hazlo a sabiendas que siempre me
encontraras en el mismo lugar porque yo jamás me habré ido del lado de quien
quiero y de quien me quiere. Cuando regreses, ámame y haz que olvide ese tiempo
agónico en tu ausencia.