“Infausto
sendero en el que perecen
fulminados
todos mis sueños y
renacen
mis ilusiones”…
Las noches en tu ausencia,
continúan siendo gélidas, el vendaval arrecia con fuerza petrificando mi
semblante y acentuando una mirada vidriosa que se pierde en el infinito de la
nada. La existencia se ha tornado anodina y desconcertante.
Todo en mí, me sigue
recordando la estampa navideña de un eterno invierno, en el que, los árboles
han entregado todas y cada una de sus hojas, permaneciendo desvalidos y
desnudos. Así yo, he entregado todos y cada uno de mis sueños, sin luego
recuperar ninguno.
Los rayos de sol que a lo
lejos divisé, se han esfumado sin apenas tener tiempo de acariciar mansamente
mi piel. El brío de antaño, se convirtió en funesta y ajada palidez. Sublime sonaría
la voz si no se ahogara en la garganta.
El cementerio que edifiqué
en mi entorno, se sigue nutriendo a costa de mis ilusiones que apenas nacen,
perecen. No he sido quien de edificar un futuro, amparado en una de ellas,
todas se consumieron, cual pócima etérea que al contacto con el aire, se
volatiliza.
Mi mente, no ha sabido
calcular la distancia del camino que conduce al corazón, camino que transito a
diario, dando un paso al frente y otros dos, hacia la retaguardia, por ello,
cada día, me siento más y más lejos de alcanzar el objetivo, la meta tan
ansiada.
El camino de mi corazón,
está poblado de obstáculos, sembrado de minas, aunque algunas veces, en sus
márgenes, crezca alguna que otra margarita silvestre, con el cometido de que la
agonía fluya y no me ahogue.
Para las mismas preguntas,
tengo siempre las mismas respuestas, la galería solo debe conocer y admirar la
máscara que oculta mi rostro, mi verdadero yo, el que llora y se desangra por
las esquinas, penando por sus ausencias. Incluso en mi vida, las presencias, a
menudo, se tiñen de ausencia.
Mi corazón me engaña, mi
cabeza me traiciona, todo mi ser, en pié de guerra, libra una lucha, a menudo
ganando batallas y casi siempre, perdiendo la guerra.
Soy como una estación de
ferrocarril muy transitada, mientras permanezco inmóvil en el andén, viendo
pasar los trenes de alta velocidad y aquellos de cercanías. Los unos, apenas me
dan tiempo a subirme, los otros me desesperan con su lentitud. Nadie es capaz
de seguirme el paso y a nadie soy yo capaz de igualarle el suyo. Mientras las
fuerzas no mermen, la voluntad permanecerá intacta para continuar recorriendo
el camino, edificando quimeras y sepultando ilusiones, en tanto, continuaré
regalando algún que otro sueño, seguramente, a quien no sepa cuidarlo. Todos
los demás entregados, si conmigo ninguno ha vuelto, ¿Dónde se han quedado?.