Escucho
el grito de una ausencia,
golpear
cada noche sobre mi conciencia,
tus
pasos temerosos y mudos
se
han instalado en lo más hondo y oscuro.
No
llegó con la intención de instalarse,
tampoco
se instaló para quedarse,
estuvo
pero se marchó
y
jamás a mi lado regresó.
El
torbellino de pasión, igual que llegó,
en
las alas del viento, se esfumó,
ya
solo apenas quedan recuerdos,
de
lo que un tiempo fugaz me regaló.
Las
ausencias, son heridas en mi existencia,
los
silencios, zarpazos encubiertos de indiferencia,
nunca
he sabido diferenciar,
una
piadosa mentira de una gran verdad.
A lo
sumo me tengo que conformar,
con
demasiados embustes y muy poca sinceridad,
cuando
los que conmigo van,
a
veces por piedad, me salpican de mezquindad.
Por
las encrucijadas del destino,
voy errando
a causa de mi desatino,
sufro
el más cruel abandono
camuflando
bajo el ala, todo este rudo encono.
Me afano
en borrar tu imagen y olvidar,
en
tanto la llama candente de tus besos
en
mi memoria vuelve a crepitar
y mi
corazón inflamado de goce y dolor, te quiere amar.