Una oscuridad aterradora, caía como
un manto, cubriendo la ciudad.
Negra esclavitud portabas ya en los
diminutos brazos cariñosos. Un cuerpo ahuecado y bien delimitado, enturbiaba
una mirada lasciva, colmada de ilusión, tu corazón herido, lloraba aquí en mi
hombro, la desolación que yacía en aquel marco plateado de la alcoba, en un
rincón. La pintora de sensibilidades
muertas, al desangrarse de una herida, se me estaba muriendo, cuando apenas yo,
había cobijado su tristeza ya muy dentro de mi corazón.
Nadie adula su pasado cuando acaba
de esfumarse, cuando vuelve la cabeza y se encuentra con un cerrado portón.
Las pasiones son mundanas, tan
inquietas cuan efímeras, no marcan ni de lejos el compás de una aireada
realidad.
Olor de espliego fresco en tu mirada,
vagaba prendido de las hermosas alas lacónicas del viento, cuando al vuelo de
un cerrado puño lo he cogido y conmigo lo mantengo. Llegaste a abrasarme el
alma para luego ir quemando mi cuerpo, te he sentido muy adentro, cuando en la
noche cabalgaba un desengaño a la par de una triste desolación.
¿Qué hay de cierto en tu mirada?,
¿qué ven tus ojos cuando permanecen cerrados?, ¿Cómo te habla el corazón, cuando
callan tus labios?.
Si la magia de la luz no me
devolviera espectros, el plateado espejo me hablaría y sabría, ¡amor!, quien
eres tú, si la luna allá en lo alto me sonriera y al pasar el eco de una voz me
saludara, sabría, ¡amor!, como me ves reflejado en el iris cristalino de tus
pupilas.
Si de mi voluntad dependiera, nunca
más me sintiera yo enamorado, nunca trates de cambiarme por una falsa ficción. No
tengo posición, ni la mínima intención, soy diferente, he templado mi corazón
con años de experiencia y adecuación, a lo sumo, ámame y déjame volar con el
aire de la pena ahogada que produce una ajada incomprensión.